miércoles, 29 de abril de 2009

En torno a Darwin III

Tercera parte de la biografía de Darwin.


martes, 28 de abril de 2009

En torno a Darwin II

Continuamos con los aportes de Ascensión y Raquel relativos a Darwin.

lunes, 27 de abril de 2009

Concienciación global, por Daniela Guimaraes

Imagen de Wikipedia.

Amigos:

Seguramente que algunos debéis pensar que si reciclamos o si no reciclamos no pasa nada, da igual, pero un granito de arena, por más diminuto que sea, junto con otros millones más puede hacer una montaña.

La desmesura en el gasto excesivo de agua dulce es unas de las mayores causas de preocupación de los días presentes.

Necesitamos concienciación global. Todavía podemos recuperar lo que hemos perdido, para que las futuras generaciones tengan la oportunidad que hemos tenido nosotros: disfrutar de un planeta maravilloso, el planeta Tierra.

Nuestro mundo puede acabarse en un parpadeo. Todo lo que queremos puede desvanecerse ante nuestros ojos convertido en recuerdos lejanos.

viernes, 24 de abril de 2009

Biografía de Charles Robert Darwin, por María Ascensión Sanmartín Varea

Imagen de Wikipedia.

Charles R.Darwin es conocido como el padre de las teorías de la evolución de las especies, tratado que publicó en 1859, hace la friolera de ciento cincuenta años.

También sabemos que si bien en un principio sus ideas tuvieron una buena acogida entre la comunidad científica, incluso otro investigador naturalista, Robert Walace, había defendido junto con él sus teorías de la evolución ante la sociedad científica Linneana de Londres, pronto la iglesia se opuso a sus teorías.

El postuló la felicidad como un valor biológico superior al sufrimiento. Pensaba que “el sufrimiento de cualquier tipo acaba produciendo depresión y disminuyendo la capacidad de reacción, y si todos los individuos de una misma especie sufrieran habitualmente en grado extremo, acabarían desatendiendo la propagación de la especie.”

Darwin se hizo famoso por haber creado una alternativa a la idea de que cada especie era creada de manera única e incambiable. Al mecanismo del cambio evolutivo él le llamó selección natural. Darwin comprendió la importancia de la selección natural poco a poco. Al científico le tocó vivir el apogeo de la era victoriana en Gran Bretaña, de 1809 a 1882, cuando las ciencias y la apertura a cuestionar las verdades científicas oficiales eran fuerzas culturales en expansión.

Darwin pasó cinco años (1831-1836) a bordo de la pequeña fragata Beagle, compartiendo cabina con el capitán Fitz-Roy. En sus dos años de estancia en Chile, recorrió a pie, a caballo y por mar gran parte de la Patagonia y de la Tierra de Fuego. Los hallazgos que el joven naturalista hizo en geología, botánica, zoología, paleontología y antropología fueron un valioso material con el que posteriormente elaboró sus dos obras inmortales: “El origen de las especies” (1859) y “El origen del hombre”(1872). El mismo Darwin dice en su diario,”El viaje del Beagle ha sido con mucho el acontecimiento más importante de mi vida.”

Hasta este momento nunca se había opuesto abiertamente a la creencia general en la creación de especies inmutables. Pero en las Galápagos, enfrentado a las distintas formas de pinzones y galápagos en las diferentes islas, hizo que revisara las antiguas teorías sobre el origen de la vida. El mundo según Darwin no fue creado en un instante, sino que evolucionó desde algo infinitamente primitivo y todavía está cambiando. Las Islas Galápagos eran un ejemplo. Habían emergido del mar en épocas recientes y al principio no existía vida en ellas. Entonces llegaron las aves y depositaron semillas, troncos flotantes pudieron trasladar las primeras iguanas, los galápagos podían proceder del mar y haberse transformado en animales terrestres. Y cada especie recién llegada se adaptó al alimento que encontró en las islas. Las que no consiguieron adaptarse y las que no pudieron defenderse de otras especies se extinguieron. El hombre mismo había triunfado porque era más hábil y agresivo que sus competidores, a pesar de que al principio era una criatura muy primitiva. Posiblemente todas las formas de vida de la Tierra se habían originado de un antecesor común. Esta diversidad y modificación se convertiría más tarde en uno de los grandes argumentos de su teoría de la selección natural.

Dos hechos se pueden considerar los pilares de su teoría: cualquier especie produce más descendencia de la que puede sobrevivir y el que dentro de cada especie, aunque todos se parezcan, siempre hay diferencias, algunas de ellas ayudan a sobrevivir a quien las posee. Estas características serían heredadas por la descendencia. Cuando Darwin formuló esta teoría no se sabía cómo se heredaban estas características de padres a hijos. Los estudios posteriores de la Genética dieron respuesta a estas cuestiones. Actualmente sabemos que estas variaciones hereditarias son transmitidas a través de los genes.

La selección tendrá como resultado la reducción de los individuos menos favorecidos y el aumento de los que presentan caracteres favorables para su supervivencia. Durante mucho tiempo se creyó que las especies habían existido desde los orígenes del planeta, pero el estudio de los fósiles desmintió esta teoría. El porqué unas especies desaparecieran y aparecieran otras nuevas sólo se comprendió a la luz de las teorías de Darwin y Wallace.

Pronto la Iglesia se sintió atacada por rechazar Darwin las teorías de la creación que sostenía la Biblia. Fue en 1860 cuando su libro “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural”, que ya había pasado por tres ediciones, cuando el clero decidió presentar batalla, en la famosa asamblea de la British Associaton, que se celebró en Oxford en junio de 1860. En esta asamblea se reunieron los grandes exponentes de la ciencia y de la religión para debatir la teoría del origen de las especies. El clero iba capitaneado por el obispo de Oxford, de exaltada elocuencia y con una gran influencia. Darwin no pudo asistir por encontrarse enfermo. En esta asamblea se llegaron a decir cosas absurdas como que Darwin sostenía que descendíamos del mono.

Darwin sobrevivió veintidós años a la Asamblea de Oxford y su salud mejoró. “El origen de las especies “se publicó en numerosas ediciones por todo el mundo y aún escribió otros ocho libros no menos importantes. Su prestigio creció hasta ser nombrado doctor “honoris causa” en Cambridge y al asistir a una conferencia a la Royal Institution, la asamblea en pleno se puso en pié y le ovacionó.

Darwin es ahora reconocido como el hombre que proporcionó el fundamento de toda la estructura de la biología moderna, aunque durante su vida no recibió honor oficial alguno, si bien tres de sus hijos recibieron posteriormente el título de Sir.

Bibliografía recomendada:
Darwin, Charles: Autobiografía. Ed. Belacqua. Barcelona. 2006.
Moorehead, Alan: Darwin. La expedición en el Beagle (1831-1836). Ediciones del Serbal, 1980
Darwin sin censura.

jueves, 23 de abril de 2009

Los libros, por Mario García García, maestro

Los buenos libros a mi parecer
son atesoradores de cultura;
me agrada y deleita su lectura
fuente de distracción y de placer.
El mejor de los lujos es leer;
en los libros se aprende, se asegura
una ilustración firme que perdura
y un goce espiritual de nuestro ser.
Con su extraño poder, te hacen vivir
historias o leyendas fascinantes
de aventuras, de amor y te hacen sentir
a sus personajes vivos, palpitantes.
En el mundo no pueden existir
amigos tan altruistas; son diamantes.

miércoles, 22 de abril de 2009

Recuerdo emocionado del abuelo Francisco, por Carmelo Sánchez Durán



Coincidiendo con el Día de la Tierra, Carmelo nos deleita con este recuerdo:

Mi abuelo paterno se llamaba Francisco. Era campesino, alto, corpulento, más bien gordo, campechano y tratable con todo el mundo. A los nietos nos enseñaba a cuidar los árboles, los animales domésticos y aun a los que vivían en libertad en el campo. Tenía un caballo blanco que se llamaba Cano. Con él me llevaba al campo a coger higos, peras, ciruelas y manzanas que él tenía. También era devoto de la Virgen de la Aurora, de la que era presidente de su cofradía.
Los sábados por la noche me decía:
—¿Quieres levantarte mañana para asistir al Rosario de la Aurora y luego vamos al campo?
Y yo le contestaba contento:
—Sí, y me enseñas los nidos de las tórtolas y vemos las perdices correr por el campo.
—Puede que veamos también alguna zorra —añadía el abuelo.
Dimos de comer a los cerdos que él tenía en el olivar, escuché el canto de las alondras, observé cómo las perdices buscaban alimento en el barbecho…
¡Qué hermoso está el campo al amanecer! Del abuelo Francisco aprendí también que no deben tocarse los huevos de tórtola en su nido, para evitar que sus padres los aborrezcan. De este modo pude ver los tortolitos en el nido dos semanas más tarde. Así aprendí a cuidar la naturaleza.

Imagen de Wikipedia.

martes, 21 de abril de 2009

En torno a Darwin

Este año conmemoramos el bicentenario del nacimiento de Darwin y el 150 aniversario de la publicación de su obra El origen de las especies. Con tal motivo, hemos publicado ya un trabajo de Ascensión en torno al naturalista y, poco a poco, incluiremos otros. El siguiente vídeo es aportación de las profesoras Raquel y Ascensión. Disfrutadlo.


lunes, 20 de abril de 2009

Mi primera clase de Informática

Imagen de Wikipedia.

Aceptadme el anonimato, por favor, que más importante que me identifiquéis lo es mi experiencia.
Ya no podré olvidar mi primera clase de Informática: un aula amplia con sus ordenadores perfectamente alineados, un alumno frente a cada monitor, la presentación del profesor y de los participantes, la expresión de nuestros objetivos y el primer texto que tecleé, un auténtico abrazo de bienvenida. Dice así:

Don Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, vivió más de cuarenta años en Madrid, en cuya Facultad de San Carlos fue catedrático.
Nuestra capital le homenajeó con múltiples manifestaciones de cariño. Contaba casi 75 años cuando se inauguró el conjunto escultórico del Retiro a él dedicado. Y es que don Santiago amaba Madrid. No en vano, manifestó: "¡Madrid!..., con razón te llaman tierra de amigos. Acoges amoroso a todos tus hijos de España, hasta los nacidos en las más remotas comarcas peninsulares y ultramarinas. No preguntas a nadie de dónde viene; te contentas con saber que el nuevo huésped aporta un programa de actividad útil y siente arder en su corazón la llama del ideal patriótico. Eres grande, porque eres generoso y magnánimo."

jueves, 16 de abril de 2009

Luna, mi gata, por Leandra Johanna Zapata Bueno


Ésta es mi gata, se llama Luna, me la regaló mi novio cuando tenía solo dos meses y ahora tiene nueve. Lo que más le gusta es comer, dormir y jugar. Es muy tierna y cuando se siente sola empieza a maullar como una loca. Luna tiene los ojos verdes, muy bonitos. Parece un perro porque, cuando no hay nadie en casa, espera sentada al lado de la puerta y cuando suena el timbre es la primera que sale a ver quién es. También le gusta asomarse a la ventana para ver pasar los coches, y es muy obediente, entiende por su nombre y es muy limpia. Luna duerme conmigo y de un momento a otro empieza a vibrar como si fuera un motor: es que está contenta. Lo malo es que comenzó con el celo y yo soy la única que le aguanta los maullidos, porque la mimo mucho y soy muy cariñosa con ella. Además, es muy tranquila con los desconocidos, se les acerca y los huele. Luna es única para mí.

miércoles, 15 de abril de 2009

En el doscientos aniversario del nacimiento de Darwin, por María Ascensión Sanmartín Varea

Imagen de Wikimedia

Recuerdo que mi primer contacto con las teorías de este naturalista inglés que revolucionó al mundo científico de su época con su Tratado sobre el origen y la evolución de las especies, fue un poco obligado. Eran mis años de estudiante en Barcelona y tenía que hacer un trabajo monográfico sobre las emociones. Darwin venía en la bibliografía obligatoria, así que me armé de valor para leer a un autor tan antiguo. Leí rápidamente su librito y cuando encontré tres frases que me parecieron atractivas para un comienzo histórico del tema, forma obligada de comenzar cualquier trabajo, me las copié con la página de referencia y ya me di por satisfecha. ¡Ya lo podía poner en la bibliografía! Así que en esta ocasión no significó mucho para mí este contacto.

Fue años más tarde cuando ya residía en Madrid y daba clases a adultos, disfrutando una mañana de sábado viendo libros de plantas y viajes en una librería de la calle Toledo, próxima a la Plaza Mayor, me encontré con un libro que me sedujo por sus láminas, sus dibujos del natural y sus capítulos sobre lugares lejanos. Era nada menos que Darwin, la expedición en el Beagle. La presentación estaba a cargo de Alan Moorehead. En ediciones del Serbal.

Tengo que decir que disfruté con sus descripciones de los lugares y las gentes con las que se encontraron a lo largo de sus cinco años de viaje (1831-1836). Me imaginaba a Darwin como el médico-naturalista de la conocida película Master y Commander y me parecía todo muy exótico y atractivo. Pero el provecho que saqué de mi lectura fue puramente estético por el placer de la lectura y la contemplación de las láminas para una amante del dibujo de la naturaleza.

Fue este año cuando coincidió el segundo centenario de su nacimiento (1809) y se proyectaron dos documentales sobre su vida cuando realmente descubrí a Charles Darwin. Antes había leído sus escritos, pero no sabía nada de él, de su infancia, de su familia, de sus hijos, de su vida entregada a la observación de los animales.

Fue entonces cuando me enteré de los sacrificios que tuvo que hacer por amor a su mujer. Darwin pertenecía a la sociedad científica de Londres, por sus trabajos de investigación sobre la naturaleza. Cuando perfiló su teoría sobre la evolución, que echaba por tierra las ideas creacionistas sobre el origen de las especies, le surgió un terrible dilema. Se convertiría en un enemigo de las ideas oficiales e incluso de la religión que profesaban. Esto iba a ser terrible para su esposa, cristiana convencida y que temía que él se condenase si lo expulsaban del seno de la Iglesia por sus teorías contrarias a las postuladas en la Biblia.

Así que ocultó durante años sus teorías revolucionarias, hasta que conoció a otro científico, Alfred Wallace, y comprobó que coincidían. Así fue como presentaron conjuntamente sus teorías en la Sociedad Linneana de Londres en 1858.

Estos años ocultando sus escritos y dedicados a una silenciosa investigación en el retiro de su casa fueron muy duros para él y su salud se resintió terriblemente. Fue entonces cuando escribió su autobiografía para sus hijos y nietos. Pero hasta aquí también llegó la censura de su esposa que mutiló los párrafos en los que Darwin hablaba de su postura frente a la religión oficial, por temor a un escándalo, nada beneficioso para su familia.

Fue en este año 2009, cuando se ha publicado su Autobiografía sin censura. Con comentarios de su hijo sir Francis Darwin. Tengo que confesar que me sentí hermanada con él cuando escribía en su diario:
”Me resulta difícil comprender que alguien pueda desear que el lenguaje liso y llano de la Biblia sea verdad cuando parece mostrar que las personas que no creen —y entre ellas se incluiría a mi padre, mi hermano y casi todos mis mejores amigos—, recibirán un castigo eterno.” O cuando dice: “Nadie discute que en el mundo hay mucho sufrimiento. Por lo que respecta al ser humano, algunos han intentado explicar esta circunstancia imaginando que contribuya a su perfeccionamiento moral. Pero el número de personas no es nada comparado con el número de demás seres sensibles que sufren considerablemente. Para nuestra mente un ser tan poderoso y tan lleno de conocimiento como un Dios que fue capaz de haber creado el universo, es omnipotente y omnisciente, y suponer que su benevolencia es ilimitada repugna a nuestra comprensión. Pues, ¿qué ventaja podría haber en los sufrimientos de millones de animales inferiores durante un tiempo casi infinito?” Estos y otros razonamientos le llevaron de una fuerte creencia en la Biblia y en Dios a una postura de agnosticismo total.

Para acabar quiero decir algo para animar a nuestros alumnos: Charles Robert Darwin no tuvo mucho éxito en la escuela y fue incapaz de aprender los clásicos. Ya a los ocho años le apasionaba la jardinería y los distintos animales que encontraba por el campo. Era un estudiante alegre y extravertido que no tenía muy claro lo que quería hacer. Estudió medicina en Edimburgo como lo habían hecho su padre y su abuelo, asistía a las clases de geología y llegó a escribir un artículo sobre los animales marinos microscópicos que leyó ante la Plinian Society. Pero dejó su carrera de medicina porque le repugnaba la sangre y las clases de disección. Su padre le permitió ir a Cambridge a estudiar Teología. No tenía nada de extraño que sin ser muy religioso se sintiera llamado a entrar en la iglesia como cura rural. Por aquél entonces era un tipo alto, delgado, no realmente guapo pero de muy buena presencia, con una frente amplia, ojos pardos de mirada franca y amistosa, todavía sin barba y con la complexión de una persona que ha pasado buena parte de su vida al aire libre. En el Christ’s College de Cambridge fue muy popular entre sus compañeros. Solía hacer reuniones en su habitación, donde se jugaba a las cartas, se escuchaba música y se bebía. Sus tertulias llegaron a tener sesenta invitados. No era un estudiante muy aplicado, prefería salir de caza y cualquier cosa del campo le deleitaba. Desde niño había coleccionado mariposas, flores, minerales. En Cambridge su pasión eran los escarabajos. Allí uno de sus profesores de botánica le animó a estudiar historia natural. Juntos hacían excursiones botánicas a lo largo del río Cam. Tenía muy buena salud y cuando aprobaba los exámenes era para él un alivio y una sorpresa, hasta que comprendió que lo suyo eran las ciencias naturales, pero pensaba que podría continuar con sus colecciones cuando se asentase como cura rural.

En septiembre de 1831, a los veintidós años, de repente, se le ofrece una oportunidad: el puesto de naturalista en el Beagle, una pequeña fragata que el Almirantazgo había destinado para un largo viaje alrededor del mundo. Y aunque todo parecía predestinado, nadie ni el mismo Darwin tenía la más mínima sospecha del extraordinario futuro que se abría ante él. La entrevista con FitzRoy, capitán del Beagle, empezó siendo fría pues el capitán era un hombre rígido y pensó que Darwin no podría con el viaje. Por su parte, el joven Darwin estaba hechizado, nunca había conocido a un hombre de tanta serenidad y autoridad, tan comprensivo, el ideal de un capitán. El temperamento entusiasta de Darwin borró toda frialdad. Captó las dudas que el capitán tenía en su mente, la insinuación de que el trabajo sería excesivo para él. Se le estaba brindando un desafío. Muy bien, decidió, aceptaría, demostraría a esta magnífica persona lo que era capaz de hacer. No le defraudaría.