El pasado jueves 27 de abril asistimos al acto de entrega de premios del Certamen Literario Intercepas. La ganadora del Cepa Daóiz y Velarde, Susana Vadillos Pérez, fue acompañada por parte de sus compañeros del grupo de Graduado de la tarde.
El acto se celebró en el Centro Cultural Príncipe de Asturias de Ciudad Lineal y resultó, como corroboraron los alumnos, muy entretenido.
Desde aquí queremos agradecer a todos la participación en el Certamen, felicitar a la ganadora, Susana Vadillos, y dar las gracias a los alumos que la acompañaron para recoger el premio.
Con
Suerte
Camino,
¿qué significaba esa palabra?, se preguntaba el vagabundo en su caminar. Camino
a ninguna parte, este cantaba en voz alta. Tan tenue era su voz como débil su
estado que ni siquiera las hormigas oían su delirar, que anunciaba cercana su muerte.
La oscura noche buscaba como otras tantas veces un lugar donde dormir, algo que
él ya daba por seguro o por lo menos así lo creía.
Se
dio cuenta de que aquella noche no era una noche agradable sino una noche fría,
helada y lluviosa. Una noche en la que el sueño sería imposible de conciliar, y
teniendo esto en cuenta , y que antes de quedarse muerto de frío
preferiría agotar sus fuerzas, continuó su caminar.
Su
valentía era tal que apodarle como “héroe” le quedaba corto en tiempos tan
difíciles como estos.
Descalzo,
sin abrigo y con prendas resquebrajadas que no ayudaban al hombre a mantener su
calor corporal y, por si fuera poco, la mochila que llevaba a cuestas molía por
momentos su espalda mojada y helada de frío por el peso que infringía. Esta
estaba llena de trastos que, aunque no le sirvieran, tenían un gran valor
emocional para él. Y fuera lo que fuera los protegería aunque la vida y su
espalda le fuesen en ello.
Fue
cuestión de tiempo que el vagabundo acabara en la gran ciudad. Esta estaba
impregnada de luces de decoración navideña. Además al ambiente se le añadían cierta alegría y
dinamismo con la multitud de gente que allí se congregaba. El vagabundo
contemplaba la felicidad que los demás estaban experimentando y manifestando
mediante abrazos y paseos (y la de algún que otro borracho que excedió su felicidad
mediante copas y demás).
Pasaba
ya muy larga la media noche. Más cansado, se sentó sobre los escalones de un
banco.
Puso
su mochila de almohada y como mantas unos cartones; sacó de entre sus trastos
un pedacito de turrón que una buena señora le había dado.
¿Pensaba
que allí no se mejoraría? y se durmió. Al día siguiente, antes de que la luz
del día diera sus primeros rayos, cogió su mochila, recogió el cartón y empezó
a andar sin dirección. Mientras andaba vio un perrito que le seguía. Se quedó
con el perrito al que llamó “Suerte”.
Pasaron
días y meses, tanto él como su fiel amigo Suerte, ya cansados y frágiles, andaban
caminando cerca de la frontera de Francia. Es cuando optaron por descansar
durante tres días en el mismo sitio.
Sin
embargo esa tercera noche helaba más y no había nadie en la calle, Suerte le daba algo de
calor bajo los cartones.
Al
amanecer una señora vestida con abrigo de piel lo encontró con un gesto
sonriente, pero ya sin vida aún arropado por su Suerte.
Suerte.
1 comentario:
No me gusta nada, no tiene argumento, no tiene contenido, no tiene nada.
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